Desde el principio los cristianos comprendieron
que el misterio de Cristo muerto y resucitado
era el centro de una nueva visión de la vida y
de la muerte.
Con la gran novedad de Jesucristo,
Dios y hombre verdadero,
La vida y la muerte tienen junto a Cristo su
lugar.
Con Cristo el cuerpo del Cristiano,
Templo del Espíritu Santo,
tiene un destino final que no es la corrupción,
sino a la vida.
La Iglesia honra con especial devoción las
reliquias de los santos, lo que queda de su cuerpo material y que un día se
trasformará
Los cristianos desearon siempre,
que el lugar del descanso de sus cuerpos,
sujetos a corrupción, se
uniera al lugar del culto y la oración
Quienes todavía en vida mortal,
se sentían en comunión con los difuntos, en la vida y en la muerte,
forman el cuerpo de la Iglesia. El cuerpo de los
incorporados en el bautismo
A la espera de la venida del Señor,
la Iglesia se siente siempre unida a
quienes nos precedieron en la fe
y duermen el sueño de la paz. Unida a cuantos
han sido bautizados y asociados al cuerpo de Cristo.
La historia de los Templos cristianos (iglesias), como lugar sagrado,
se confunde con la historia de
ese otro lugar sagrado,
en el que están los restos mortales
de cuantos han sido redimidos
En la muerte de Cristo
vivimos y morimos en esperanza
de ser incorporados a Cristo Resucitado. Es la
esperanza de una unidad consumada en su resurrección
El cuerpo de Cristo es la clave de la Salvación,
de una humanidad que será recuperada de su cuerpo mortal.
Mientras andamos en la vida
podemos sufrir la herida
de la separación.
Pero lo nuestro es caminar hacia
la meta y ser definitivamente incorporados
a Cristo resucitado.
En ese momento de la verdad final, lucirá el
pecado y la gracia de la unidad. Pero el pecado se redimirá.
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