Por la fe
en Jesucristo podemos afirmar que Dios es Padre, Creador de todas las cosas
y origen universal del amor y de la Paz. Cristo nos enseñó y nos entregó, su
amor que es el fundamento de reconciliación y de la Paz. Con la fuerza de
ese amor nos atrevemos a declarar que no existen razones para la violencia y
la enemistad. El cristiano que mira al futuro sólo puede tener razones para
el perdón y la paz.
En el
inicio del Tercer Milenio no sólo deseamos hacer una declaración de
esperanza en el futuro de la Humanidad, sino declarar que el mundo
cristiano debe ofrecer a todos su contribución sincera y leal, para que cese
la violencia en cualquiera de sus formas y en cualquier parte del mundo.
Renunciamos a todo
juego de palabras que diga paz, paz.. pero que esconda la violencia y la
guerra. Sabemos que la paz exige transparencia en las conciencias y remover
las injusticias, hoy demasiado grandes y evidentes. Declarar la paz debe
significar el compromiso por la justicia. y el respeto a la dignidad humana.
No es posible la paz
cuando las riquezas naturales del mundo sirven al bienestar de pocos y los
más pobres siguen pasando hambre. La paz no será posible sin la solidaridad
entre los pueblos. No será posible la paz mientras los gobiernos de las
naciones no trabajen decididamente por la justicia. La paz depende demasiado
de los poderes del Estado y el Mercado. No es posible la paz mientras los
gobernantes no renuncien con claridad al afán del uso del poder para el
enriquecimiento personal sin que el bien común sea un objetivo primordial.
No son admisibles gobernantes que se enriquecen sin medida mientras la
población se halla sumida en la miseria. Mientras las decisiones para
inmundo solidario estén en manos insolidarias no será posible la paz.
Declaramos que para
la paz del mundo es necesaria la justicia internacional no sólo para juzgar
los crímenes contra la Humanidad sino para la protección de las relaciones
económicas, sociales y morales que permitan garantizar la justicia global
dentro de cada una de las naciones y en el orden internacional.
La paz no puede ser
solo la bella palabra que brota del corazón para ser manipulada por las
agencias del poder en los foros de los medios de comunicación o en los
debates de la política nacional o internacional. La paz debe ser dicha y
declarada en todos los ámbitos en los que se promueve la verdad y la
justicia entre todos los hombre y mujeres de buena voluntad.
La paz debe ser
investigada en los proyectos de bienestar que proponen los políticos cuando
se dirigen a la gente solicitando el apoyo en las democracias. Debe ser
denunciada en las relaciones internacionales que no se basan en la justicia
y la equidad. Debe ser invocada en todos los ámbitos. religiosos que buscan
a Dios con sincero corazón. Debe ser promovida por todos los cristianos que
han recibido de Jesucristo el don de la Paz.
Para el creyente no
existen guerras de religión sino proyectos de paz. No existe justificación
de la violencia sino empeño de perdón y de justicia. Nada puede justificar
la destrucción y la guerra. Todo ser humano tiene derecho a ser oído y
respetado. Nadie puede pervertir el diálogo y usarlo como estrategia para la
conseguir objetivos que no respeten la diferencia. Tampoco es posible
dialogar bajo el chantaje de amenazas de violencia.
Declaramos que la paz
es posible cuando se cree que el hombre, ante todo es hijo de Dios, no
producto del azar o a necesidad. Sobre ese fundamento se manifiesta la
dignidad humana y sus exigencias de justicia y de paz entre todos los
hombres. Con la muerte de Cristo ya no hay en el mundo lugar para la
venganza. Sin el ejercicio del perdón, la violencia engendra nuevas
violencias. Los pueblos que no perdonan nunca podrán vivir en paz. El
resentimiento no puede engendrar la paz.
En la fiesta de
Pentecostés los cristianos celebramos que Dios ha derramado sobre los
hombres el espíritu de la reconciliación y de la paz. El Espíritu de Dios ha
creado una Humanidad nueva que invoca a Dios Padre de todos los hombres.
Nadie que invoca a Dios Padre puede violentar a sus hermanos. La Palabra de
Dios se ha hecho hombre y es una palabra de paz.
Sabemos que obrar la
paz supera nuestras fuerzas porque además hay una paz que este mundo
no puede dar, por ello invocamos al Espíritu de Dios para que nos haga
instrumentos de su paz.
Los representantes
de la Iglesia Católica, Anglicana, Luterana y Ortodoxa Rumana en la
Archidiócesis de Valencia.
Vicente J. Sastre,
Eric Lewis, Fritz Delp, Daniel Toadere.
Pentecostés 2002
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